Los diversos caminos para concluir el bachillerato
El personal de servicios de la IBERO Puebla abraza el uniforme que porta sin perder de vista el crecimiento profesional y personal a través del conocimiento.
En tiempos como estos es casi imposible caminar por la calle sin ver a alguien abstraído en su teléfono celular. Los espacios universitarios, repletos de personas nativas digitales, no son la excepción. Héctor Eduardo Coca Romero, de 30 años, es un milenial en toda regla: clava la mirada en su móvil a la menor provocación, cosa que no pasa inadvertida para sus compañeros del área de Mantenimiento de la IBERO Puebla.
“He puesto un poquito por encima mis estudios al estar pegado en el teléfono: leyendo, leyendo, leyendo”, se justifica. Y de inmediato aclara: “Son los tiempos que tengo para poder revisar las lecturas que me dan, porque son lecturas enormes”. Héctor, junto con otros compañeros de la Dirección de Planta Física y Servicios Generales de la Universidad, forma parte del programa educativo Codo a Codo. Utiliza cada espacio libre para mantenerse al día en sus tareas escolares.
Situación similar vive María Justina Coatl Mixcóatl, quien trazó en el reverso de su libreta un cronograma para aprovechar hasta el último minuto del día. “Tengo que dejar una hora al menos por si llega un imprevisto de alguna actividad extra. Me decían ‘¿Por qué no vamos a algún lado?’, [y yo respondía] ‘No tengo tiempo. De verdad, no tengo tiempo’”.
Volver al aula
Jacobo Pedraza Morales sale de su cama antes que el sol ilumine los volcanes del paisaje poblano: su alarma suena a las 5:30 de la mañana. Se levanta junto a su esposa Rita y prepara todo lo necesario para acompañar a sus hijas Jazmín y Diana a la escuela. Regresa a casa, desayuna y comienza sus trabajos por encargo en electricidad y plomería, sus especialidades. Hacia la tarde, se pone su uniforme y se traslada a la IBERO Puebla, donde realiza labores de mantenimiento.
Justina, que trabaja en la Casa de Estudios desde 2017, también pertenece al turno vespertino. Esto le da la oportunidad de desayunar todos los días con sus dos hijos, Jaciel y Ameyalli, quienes estudian por las tardes. Una vez que concluye con los quehaceres del hogar, se pone su camiseta roja y se va hacia la Universidad, donde es responsable de limpiar las aulas del edificio H. En el intermedio, tanto ella como Jacobo y Héctor atienden sus obligaciones como estudiantes de bachillerato.
El Programa Codo a Codo nació en 1989 como una plataforma para profesionalizar al personal académico y administrativo. En poco tiempo, el enfoque se centró en los colaboradores del área de Mantenimiento y Servicios Internos, y su coordinación pasó de la Dirección de Personal al despacho de Servicio Social.
De acuerdo con el responsable del programa, el Mtro. Javier Martínez Sánchez, las primeras generaciones de Codo a Codo lograron incorporar a más de 100 colaboradores, quienes recibieron clases de lectoescritura y habilidades matemáticas básicas. En poco tiempo, la oferta de primaria y secundaria quedó rebasada.
“Afortunadamente encontramos la plataforma de prepa en línea, que es modular. Cada mes, [los alumnos] van entregando sus actividades. Eso ayuda mucho porque también es en los tiempos de ellos”: Mtro. Javier Martínez
La mayoría de los participantes de Codo a Codo de los últimos años han iniciado o retomado el bachillerato de manera virtual. Para ello, muchos tuvieron que cursar una capacitación previa en competencias de informática y manejo de plataformas digitales. Javier Trueba Martens fue uno de los impartidores de estos propedéuticos.
El joven se encuentra en la etapa final de la Licenciatura en Arquitectura. Decidió unirse a Codo a Codo como parte de su servicio social y le fue encomendado impartir un curso de manejo de procesadores de texto y navegación en internet a los colaboradores Aldo Portillo Mercado y Elías Ramiro Larios. “Me pareció padre compartir un conocimiento que para mí es muy cotidiano y ver cómo esos conocimientos abren muchas puertas”.
Para Javier Martínez, la importancia de que sean los estudiantes de licenciatura quienes acompañen el proceso de estudios en línea recae en la transformación que detona el diálogo de saberes. “Se vuelve un proceso horizontal de reconocer a la persona que hacen una labor en la universidad”. Algunos incluso continúan con el voluntariado tras haber acreditado el servicio social con tal de que sus asesorados concluyan satisfactoriamente sus procesos de aprendizaje.
Y entonces, la pandemia
Tras el anuncio de la emergencia sanitaria por la COVID-19 en marzo de 2020, el campus de la IBERO Puebla se vació. Los estudiantes se fueron de fin de semana largo y no volvieron. El personal regresó, pero solo para empacar computadoras y plantas. Únicamente el área de Jacobo y Héctor continuó laborando en forma de cuadrillas de inspección. Mientras el mundo se adaptaba a la virtualidad, los estudiantes de Codo a Codo tenían algunas ventajas.
“Le empecé a meter más al estudio, a mis actividades, y se empezó a reflejar en mi puntuaciones de la escuela. Empecé a mejorar mis calificaciones”, recuerda Jacobo. Con una jornada laboral itinerante en la Universidad, el electricista de 42 años tuvo tiempo no solo para asumir más trabajos independientes y mejorar su economía, sino también para estudiar con mayor constancia.
Sin embargo, los problemas propios del encierro prolongado comenzaron a aflorar. “No estamos preparados para vivir 24/7 con la familia”, reconoce Héctor. La falta de equipos de cómputo necesarios para que él y sus cuatro hijos (Daniela, Elioth, Zoe y Leonel) pudieran conectarse de manera simultánea generó dificultades logísticas. “Hubo veces en que a las dos o tres de la mañana seguía haciendo tareas, precisamente porque hay que darles prioridad a los niños”.
Justina vio la suspensión de la presencialidad como una pausa necesaria para el ajetreo diario. Con más tiempo para organizar sus pendientes, retomó las asesorías por videollamada o vía WhatsApp. Aunque echó de menos las bondades del acompañamiento cara a cara, la vida en línea le brindó nuevas moralejas. “Aprendes a hacer autodidacta, porque si no entiendes una cosa a fuerza tienes que buscar herramientas para comprender”.
Los hogares se convirtieron en aulas y los hijos, en algunos casos, en compañeros de clase. Jazmín, la hija mayor de Jacobo, cursaba la preparatoria al igual que su padre, lo que les permitió construir una complicidad estudiantil que difícilmente hubiera ocurrido en otro contexto. A las sesiones de estudio se sumaba Diana, quien cursaba la secundaria.
“Éramos como tres en el mismo ambiente, de que: ‘¿Tú que estás estudiando?’. ‘No, pues yo estoy estudiando historia’, o ‘Yo, química’. ‘¿Y ya viste esto?’, ‘Pues que sí’. ‘Ay, ¿y cómo lo hiciste?’…”: Jacobo Pedraza
El ingrediente extra en la casa de los Pedraza fue Rita, esposa de Jacobo. “Ella sí cursó el bachillerato. Se le da mucho enseñar; no le era difícil apoyarme”. La sinergia familiar permitió que el comedor se transformara en un círculo virtuoso de aprendizajes. “Ella me apoyó mucho para lograr esto. Era como mi tutora”.
“¿Dónde están tus sueños?”
La generación 2022 de Codo a Codo coincide en que el respaldo familiar fue fundamental para continuar con la formación pese a las adversidades. Como ocurrió en casa de Jacobo, Jaciel y Ameyalli contribuían en los quehaceres diarios para que su mamá hiciera sus entregas escolares a tiempo. No obstante, esto no era posible unos años atrás.
Recuerda Justina: “Había pensado en desertar dos veces por mis actividades, mi casa, mis hijos… En ese entonces mis hijos estaban todavía pequeños, necesitaban más tiempo”. Y continúa: “Después dije: ‘A ver, tengo que hacer un horario para esto y dejar un espacio para las actividades que requieran mis hijos’”.
“Mis hijos fueron una parte fundamental. Yo no sé, a lo mejor igual no estuviera aquí. Pero ellos fueron de que: ‘¡Sí, mami, tú puedes, te ayudamos!’”: Justina Coatl
Concluir la preparatoria se convirtió en una misión personal que supuso replantear muchos aspectos de la vida. Héctor, quien ya había concluido la secundaria a través de Codo a Codo, vivió momentos de desidia respecto a darle continuidad a su formación. A ello se sumaron situaciones personales que lo llevaron a buscar ayuda psicológica profesional.
“Tenía miedo a los cambios, miedo a ‘¿Qué va a pasar?, ¿y si no lo logro?’. Todos esos pensamientos me abordaban. Incluso el proceso lo había comenzado desde mucho antes, pero empezaba y lo dejaba, lo volvía a retomar y lo dejaba”: Héctor Coca
Al final, tanto su gusto natural por el aprendizaje como el cobijo de sus seres cercanos lo impulsaron a empezar la prepa en línea justo antes de que la COVID enviara a la humanidad a casa. “Nosotros nos apoyamos mucho, incluso hasta con los trabajos. A mí me tocó sentarme con mi hija la mayor, platicar con ella y decirle: ‘A ver, vamos a hacerle así’. Me pedía apoyo, la ayudaba, ella me ayudaba…”.
“A través de su labor constante y puntual, y con el ejercicio de su sencillez y generosidad, ustedes hacen posible el trabajo del resto de los equipos de la Universidad”, celebró el Mtro. Mario Patrón Sánchez durante la ceremonia de graduación llevada a cabo en octubre de este año. Justina, Héctor y Jacobo, a quienes se sumó Alfonso Rafael Polo Morales, conformaron la generación 2022 de Codo a Codo que concluyó exitosamente el bachillerato en línea.
Cada uno de los cuatro graduados recibió de manos del Rector un equipo de cómputo como reconocimiento al magis ignaciano: la capacidad de dar el extra cuando las situaciones se complican. “El simple hecho de darles un espacio digno, de reconocimiento, y decir ‘Sus estudios valen lo mismo que los de los estudiantes de esta universidad’, me pareció increíble”, recuerda Javier Trueba, quien fue maestro de ceremonias en el festejo.
Héctor Coca, que de niño quería ser abogado, se encuentra estudiando la Licenciatura en Capital Humano. Si bien Codo a Codo solo contempla acompañamiento hasta la preparatoria, el nuevo universitario continúa recibiendo asesorías por parte de colaboradores de la IBERO Puebla. “Hay que ponerse metas chicas para ir avanzando poco a poco. Cuando me di cuenta [pasé] de la secundaria a la universidad. Lo veía muy lejos, pero ya estoy ahí”, celebra el hombre que no suelta el celular.
Justina Coatl pasará las navidades junto a su familia. Tomará sus vacaciones decembrinas un poco después que el resto de los colaboradores de la Universidad Jesuita y se preparará para empezar la Licenciatura en Trabajo Social en la UNAM a finales de enero. Consiguió entrar al segundo intento, al igual que quiso abandonar sus estudios en dos ocasiones.
“Aspirar a un puesto mejor no quiere decir que me avergüence de mi trabajo ni del uniforme que porto. Al contrario, lo he portado y con orgullo. Gracias a este trabajo he mantenido a mi familia”: Justina Coatl
Por su parte, Jacobo Pedraza, que fue ovacionado por sus compañeros de trabajo durante la graduación, recuerda cómo pudo hacer de lado su tendencia negativa en los estudios — “Era muy malo para la escuela”, reconoce — para adoptar nuevas formas de entender la vida. Y aunque no se atreve a dar el ‘sí’ definitivo a estudiar la licenciatura, afirma: “Si quiero cosechar, necesito sembrar y sembrar”.
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Universidad Iberoamericana Puebla
Reportaje: Roberto Pichardo Ramírez